Actualmente, la adolescencia se revela y presenta como una etapa de múltipls retos, que se debe padecer y no se elige. Por lo general, se ha creído que este momento en la vida de cada persona es un periodo complicado y de difícil asimilación, sin embargo, no es sino un cambio de perspectiva sobre la vida misma. Ser un adolescente en pleno año, dos mil veintiuno, se convierte una respuesta a lo que, la sociedad requiere, pero en lugar de acoger, escuchar y comprender la descalifica y reprime.
Actualmente, he tenido la oportunidad de acompañar a múltiples adolescentes que experimentan cambios, desordenes emocionales, pensamientos, así como múltiples retos que los llevan a replantearse el sentido de su propia vida, preocupados siempre por superar sus propias expectativas y descubrir quienes son realmente, ante lo cual me quedo absorto y sin palabras. Sólo iniciar un camino hacia el desarrollo de su propia identidad, representa todo un desafío, pero sobretodo definir la propia personalidad, valiéndose de su temperamento y carácter. Siendo este último, un aspecto tan variable cómo los momentos que tiene que afrontar diariamente. El adolescente de hoy se rodea no solamente de la cercanía de la persona física sino de la “persona digital”. Que conoce e interactúa a través de redes sociales, videojuegos u otros medios de contacto, creando así lazos afectivos y sociales, sin embargo, esta experiencia aunque puede tener varias acepciones, no termina de satisfacer al adolescente que se encuentra hambriento de experiencias auténticas y profundas, las cuales, logra conocer a través de aquellas situaciones que lo llevan al límite de su propia existencia.
El adolescente de hoy se encuentra frente a la difícil tarea de redescubrirse en un ambiente hostil y con pocas opciones que lo lleven a un verdadero encuentro consigo mismo, en cambio, solo tiene una visión de la realidad sesgada y carente de sentido; no pretendo ser pesimista frente a la situación que el adolescente vive en su proceso de madurez. Mi intención inicial radica en expresar un análisis de la situación actual a la que se enfrenta el adolescente, para finalmente invitarle a reflexionar sobre el sentido último de sus acciones y omisiones, así como de invitar al lector a que comprenda y acepte la realidad del adolescente, más que juzgarlo por sus reacciones y expresiones, muchas veces incomprendidas, buscando conocer las preguntas adecuadas, las cuales le llevarán a vivir los procesos que son necesarios para su desarrollo vital.
La mayor deficiencia que enfrenta el adolescente no es de carácter social, sino de carácter emocional, el cual consiste en la falta de autogestión y reconocimiento de sus emociones; se ve imposibilitado a enfrentarse a sí mismo, mucho menos a los demás, por lo que esta incapacidad deviene en una débil autogestión, por lo que, en ocasiones, se le ha condenado de ser poco resiliente, paciente, autónomos y proactivo. También se ha generado una impresión parcial sobre los intereses del adolescente, basados en etiquetas, el juicio, el desconocimiento de la situación actual del adolescente; en concreto del adolescente mexicano. Si bien es cierto, tanto los padres como maestros o personas que interactúan, este grupo, tienen la enorme responsabilidad de contribuir en el manejo de las emociones. La responsabilidad de la generación una autoestima sana, correrá a cargo del adolescente en cuestión. Es oportuno realizar una invitación a todos aquellos que tengan algún familiar que esté viviendo la etapa de la adolescencia a que sean pacientes con el proceso que ellos viven, pues, es una etapa complicada; es un momento en el que el acercamiento es indispensable. La persona que vive y en ocasiones sufre esta condición, a causa de las circunstancias que lo rodean, tanto internas como externas se enfrenta ante la ausencia y soledad de los más queridos.
Asimismo, denuncio a todos aquellos que les han mentido acerca de lo que realmente es importante y fundamental en su vida, confundiéndolos con intereses superficiales y efímeros. Nuestros adolescentes se deben de llenar de la vida que les probé las relaciones interpersonales auténticas, de la cercanía familiar, de los líderes que les inspiren a explotar sus capacidades para el mejoramiento social. Es importante mencionar que el adolescente al ser influenciable, puede dejarse llevar, o ser atraído por perfiles o figuras que en lugar de fortalecerlo lo debilite, tales como líderes de opinión que no busquen otra cosa que utilizarlos para sus fines particulares, llevándolos hacia callejones sin salida existenciales, donde solamente dudarán por dudar, no teniendo otro resultado y beneficio que el placer momentáneo; aunado a esto, surgen emisarios de la banalidad que les proponen no solamente estilos de vida sino un nuevo paradigma de pensamiento donde el centro es el deseo mismo.
La capacidad que tiene el adolescente para adaptarse se evidencia la fortaleza interna que posee, la cual lo lleva a asumir los cambios a los que se ve sometido, en todos sus ambientes, de tal modo, que estamos ante la presencia de una etapa vital de cambios, decisiones y procesos que si no se viven correctamente pueden derivar en consecuencias que lo pueden dañar, en su desarrollo psico-afectivo. Es por ello, que la adolescente tiene que comprender a través de ejemplos muy concretos que la posibilidad de la integración en todas las acepciones puede conseguirle las respuestas que busque constantemente. La integración es aquel proceso donde no excluye o niega su realidad, sino todo lo contrario, la acepta, siente y vive a través de aquellos sentimientos que, aunque parecen desagradables lo fortalecen y forman en la asertividad.
Es igualmente importante primerear la necesidad del adolescente que se renueva y se actualiza conforme transcurre por las etapas que sufre o padece el adolescente tales como autoconocimiento, adaptación y crecimiento, éstas vienen a ser las más fundamentales, pues cada una debe desenvolverse en el proceso de integración del adolescente, de tal manera que, prescindir de una etapa podría comprometer irreversiblemente el desarrollo en la madurez que se ejercita en el momento en vive cada etapa. La psicología afirma que el hombre es un ser de procesos, de etapas, las cuales debe transitar; la filosofía asevera que somos nosotros y nuestras circunstancias, pero ninguna ciencia afirma o reafirma tanto la voluntad y libertad como la antropología, es decir, el hombre en cuanto hombre, un ser de etapas, debe, experimentar y privilegiar su momento concreto presente, o dicho de otra forma como reza el latinazgo “memento vivere”, que significa vivir el momento.
Finalmente, no es menos importante resaltar el hambre que acontece en la adolescencia de la persona de carácter consumista, no solo en el aspecto físico, sino en el sentido más trascendental del hambre, es decir, el apropiamiento de cada objeto o persona con la que interactúa, lo cual resulta lógico, cuando se visualiza que almacena indiscriminadamente objetos que no necesita, o siquiera le gustan; el sentido de pertenencia tan enraizado en su mente y en su emocionalidad, la cual parece que le exige al adolescente buscar pertenecer necesariamente no solo a un grupo social, sino a una comunidad donde le escuche y le comprenda, sea física o virtualmente, por lo que se expone a riesgos y decepciones que inciden en la percepción que se va formando en la adolescencia. No es innecesario mencionar que el fortalecimiento de la personalidad del adolescente se va perfeccionando a través de la prueba a la que se somete, de modo que, debe probar su equilibrio, quebrarse y caerse para luego reintegrarse y continuar, en conclusión, si no se prueba el oro en el crisol, no será posible crear un personalidad definida, fuerte y firme, sino solo una ilusión amorfa y sin raíces.
El adolescente está llamado a ser signo de contradicción y de innovación, que desafíe y denuncie las injusticias, los razonamientos conformistas. Es importante tener presente que la persona, cuando atraviesa esta condición podría resultar incómoda para aquellos mayores que han olvidado el asombro que nace del conocimiento ante lo que se ignoraba. Es imprescindible reconocer que con la verdad no se negocia, que la justicia, aunque se dilata se allega cuando es preciso; de todo esto y lo que afecte al adolescente se exige el respeto y la fidelidad de estos valores, porque él sabe, que es lo correcto, en los mayores, no es el caso. Cuando las personas se conforman a no buscar estos valores y los otros que resultan fundamentales, dichas personas se han convertido en mayores, indistintamente de la edad en la que se ubique el sujeto.
El valor de la adolescencia es sin duda invaluable e irrecuperable, pues, todo aquello que no se ha vivido plenamente, no podrá volver, así como transcurre el tiempo, transcurre la etapa, si no se vive con intensidad este proceso, devendrían afectaciones verdaderamente trascendentes y significativas en la vida de la persona. Se pone en entredicho la viabilidad del desarrollo básico de la persona, por lo que, se puede deducir que el mayor, se convierte en un ser quebrado e incompleto, porque no asumió la etapa referida, por cualquier circunstancia a la que se haya sometido, no todos son tan afortunados para vivir la adolescencia total y plenamente, por ello, realizo un invitación contundente: Volvamos a reencontrarnos con nuestro adolescente interior, vigoroso y motivado por la realización de los ideales más grandes, y al realizar dicha búsqueda interna podremos integrar aún más aquello que se mantiene fuera o al margen.
No perdamos de vista que la persona se construye en la medida que realiza sus metas más profundas, sin embargo, los retos y aspiraciones son tan diversos como la persona lo es y a veces parece que supera la propia capacidad. El valor fundamental será coincidir, en los ideales, y así lograr crear proyectos comunes, de implicación social. Solo el servicio descentrará a la persona hacia un bien mayor, es decir, quitarse del centro para ubicarnos al margen y así revalorar lo fundamental y fundante, sustituyendo el yo, por el nosotros.
Si el adolescente busca y apela a la comunidad descubrirá que no está solo y se puede encontrar con el otro, totalmente otro, que también vive una etapa no menos importante y dejará de verse a sí mismo, para ver la necesidad del otro. Superando así cualquier fase autorreferencial y centralizada, la apertura y escucha serán aquellas cualidades que deberá ejercitar el adolescente y así aprovechar cualquier oportunidad para crearse y recrearse.
Querido lector, quiero invitarte a que cambies tu visión sobre el adolescente, no visualizarlo como una inversión a largo plazo, sino como lo que realmente es, una persona con necesidades y sentimientos, deseos e ilusiones, voluntad y libertad. No reduzcamos al adolescente a un objeto del cual nos podemos deshacer como dicta la cultura del descarte, no ignoremos el grito silencioso de todos aquellos adolescentes incomprendidos, deseosos de ser escuchados y tomados en cuenta.
Confía en tus semejantes; a su vez, ellos confiarán en ti. Trátalos con generosidad. Te la devolverán con creces.
Ralph Waldo Emerson.