“Es raro ver llorar a un rarámuri, pero ayer el silencio habló por todos”, indicó el vicario de la Catedral de Guachochi luego de presidir el funeral de las 12 personas que murieron en la carretera a Yoquivo

“Es raro ver llorar a un rarámuri, pero ayer el silencio hablaba por todos”, dice con voz pausada el padre Antonio García, Vicario de la Catedral de Guachochi, al recordar el momento en que acompañó a la comunidad de Somarachi en el sepelio de las 12 víctimas del accidente carretero ocurrido en la vía Guachochi–Yoquivo, el pasado martes.

La tragedia caló hondo. Murieron hombres y mujeres jóvenes, madres con sus hijos, una mujer embarazada y también un gobernador tradicional. El golpe fue colectivo. El Padre Antonio recorrió más de dos horas hasta llegar al punto donde terminaba el acceso vehicular, acompañado por personal de la Secretaría de Comunidades y Pueblos Indígenas y por la directora de Asuntos Indígenas del municipio, María Luisa Bustillos.

“Hasta donde llegaron los vehículos, tuvimos que dejar los cuerpos. Desde ahí, los hombres de la comunidad se organizaron para cargar, uno por uno, los ataúdes a pie. Fue una caminata de al menos hora y media por la sierra”, manifestó el sacerdote en una charla exclusiva.

Somarachi es una comunidad pequeña y periférica, de difícil acceso. Señaló que estima que viven allí alrededor de 100 personas. “El camino no llega hasta allá. Llega solo hasta Apachoachi. Para que entraran vehículos hasta la primaria y el preescolar, ellos mismos acondicionaron el camino con sus manos”, explicó.

La camioneta en la que ocurrió el accidente fue comprada en comunidad. “Cooperaron entre todos para tener un vehículo y poder venir a Guachochi, salir a atender sus necesidades. En esa misma unidad fue donde sucedió la tragedia”, contó el sacerdote.

Al llegar los cuerpos, la comunidad ya los esperaba. Sentados en los alrededores, al ver las camionetas, se pusieron de pie. Sin prisa, sin palabras, en un gesto de respeto y recogimiento. “Comenzaron a bajar los ataúdes, y se organizaban sin hablar. Solo veían. Veían a través del cristal, veían el rostro de los suyos. Y guardaban silencio”.

Una sola mujer rompió en llanto. “Lloró como pocas veces he visto. Había perdido a cuatro de los suyos: su hija, su nieta, su esposo… Fue un dolor hondo, inevitable. Pero es raro ver a un rarámuri llorar. Ellos expresan diferente. El rostro les cambia, la mirada, el gesto… pero casi nunca el llanto”.

Entre los fallecidos, se encontraba una madre con su bebé, otra con su hijo pequeño, y una mujer embarazada. Tres pequeños murieron en el accidente. Una de las víctimas había sido gobernador tradicional de la comunidad, una figura de liderazgo y sabiduría.

Indicó que el funeral no fue como los mestizos. En Somarachi no se vela a los difuntos. La tradición es otra: se reciben los cuerpos, se da el último adiós, y se sepultan lo más pronto posible, muchas veces frente a sus propias casas.

“Nosotros realizamos solo unos breves fragmentos del rito exequial. Recordamos el bautismo con el agua bendita, la rociamos hacia los cuatro puntos cardinales, como señal de purificación y despedida”, explicó el Vicario, Antonio García.

Durante el rito, el respeto fue absoluto. “Estaban todos en silencio, escuchando, acompañando. A veces pensamos que no están atentos, pero ellos sí escuchan. Solo que su forma de estar presentes es distinta”.

María Luisa Bustillos, originaria de Norogachi y Directora de Asuntos Indígenas del Municipio acompañó también la ceremonia. Ella, que ha trabajado de cerca con muchas comunidades indígenas, confirmó lo difícil que resulta llegar hasta Somarachi, pero también lo profundamente solidarios que son entre ellos. “No solo cargaron los ataúdes. Se cargaron entre ellos, en el alma”, dijo.

Aunque algunas de sus costumbres se han ido perdiendo con el paso del tiempo, en Somarachi aún conservan rituales importantes como el Día de Muertos y el bautismo con agua, narró el Vicario de la Catedral de Guachochi.

“Platicaba una maestra que uno de los fallecidos —el que era gobernador— hablaba de cómo muchas tradiciones ya no se practicaban, pero otras sí. Y ese día, aunque con tristeza, lo demostraron, se despidieron de sus muertos a su manera, con respeto, con silencio, con dignidad”.

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