Se espera este año una cosecha de 18 mil toneladas de nuez, destinadas principalmente a la exportación hacia Estados Unidos
Con el mes de octubre inicia la recolección, limpia y selección de nueces en el municipio de Jiménez, principal productor a nivel estatal donde se generarán 18 mil toneladas entre variedades como la Wichita y la Western que se destinan primordialmente al mercado estadounidense. Es la época en que los nogaleros suelen recuperar todo lo invertido en el año, aunque actualmente enfrentan una caída del 25% en la cosecha debido a la sequía y al abatimiento de los pozos en la región, lo que impactará en el precio, según indicó el líder local de los productores, Juan Manuel Rodríguez.
El entrevistado detalló que la temporada de cosecha inició este mes de octubre, con un proceso que emplea maquinaria especializada y mano de obra local para la recolección, limpieza y selección de las variedades Wichita y Western, destinadas principalmente a la exportación hacia Estados Unidos, que representa entre el 60 y 70% de la producción total.
Durante el ciclo de cosecha, que se extiende de octubre a enero, la industria nogalera genera alrededor de 4 mil a 5 mil empleos temporales y 2 mil 500 permanentes, consolidándose como una de las principales fuentes de ingreso agrícola del sur del estado.
El año pasado el precio promedio de la nuez fue de 80 a 82 pesos por kilo, aunque los productores esperan alcanzar entre 90 y 100 pesos este año para compensar las pérdidas por la baja producción y el incremento en los costos de energía, fertilizantes y combustibles.
El proceso de producción de la nuez
Bajo el sol de octubre, los nogales de Jiménez vuelven a estremecerse. Las ramas vibran, las hojas caen, y con ellas, los frutos que durante un año entero crecieron bajo el rigor de un clima cada vez más impredecible. Comenzó la temporada de cosecha de nuez en el municipio más productor del estado de Chihuahua, y aunque los nogaleros celebran el inicio del trabajo, saben que este 2025 no será un año abundante: la sequía y el abatimiento de los pozos han mermado la producción.
“Esperamos una cosecha un poco más baja de lo normal. Calculamos entre un 20 y 25% menos que el año pasado”, explica Juan Manuel Rodríguez, presidente de la Unión de Nogaleros de Jiménez. “Generalmente producimos entre 22 y 24 mil toneladas, pero este año estaremos alcanzando apenas las 18 o 19 mil”, lamenta.
A pesar de ello, los productores mantienen una esperanza: el precio. Si las condiciones del mercado se mantienen estables, el valor alto de la nuez podría compensar la reducción en la producción. “El año pasado el precio rondó los 80 a 82 pesos por kilo, pero un precio ideal sería de 90 a 100 pesos, para poder mantenernos y seguir trabajando”, precisa Rodríguez.
La danza mecánica del nogal
En los campos de Jiménez, el trabajo no empieza con la cosecha: comienza meses atrás, cuando el sol todavía no calienta del todo la tierra y los productores revisan los sistemas de aspersores, calculan los riegos y cruzan los dedos por un cielo que pocas veces llueve. Cada gota cuenta, cada árbol se cuida como si fuera un hijo.
Cuando llega octubre, los nogales ya están listos para entregar su fruto. Es entonces cuando inicia la danza de la maquinaria: una vibradora sujeta el tronco con fuerza y en cuestión de segundos hace llover nueces sobre la tierra. Las cuadrillas observan, el aire se llena de polvo y de sonido metálico. La mitad del trabajo está en esa caída: el resto, en la paciencia.
Las nueces permanecen ahí durante una semana, bajo el sol, para que la humedad se disipe. Luego entran en escena dos máquinas más: una barre los frutos caídos, formando largos montículos; la otra pasa enseguida, levantando las nueces y filtrando los desechos, hojas, ramas y polvo en un proceso continuo que desemboca en un contenedor.
Desde ese punto, una máquina eleva las nueces hacia el área de limpieza. Allí, una banda transportadora se convierte en el corazón del proceso. Una docena de personas, en su mayoría mujeres, revisan una a una las nueces: retiran restos de cáscara, separan las impurezas y dejan pasar solo los frutos perfectos.
En esa línea, el tiempo se mide por costales llenos y por conversaciones que acompañan las horas largas del día. Es un trabajo rudo, repetitivo, pero también un oficio aprendido por generaciones: producir la nuez no es solo una tarea agrícola, es una tradición que se hereda.
“El proceso es largo y meticuloso. Se necesita mucha mano de obra, porque la nuez debe ir bien limpia y bien clasificada”, comenta Rodríguez. “Se selecciona a mano y con máquinas; las clasificamos en primera, segunda y tercera calidad.”
En el siguiente paso, un sistema de aire separa las nueces más ligeras, las de segunda o tercera calidad, de las que cumplen con los estándares de exportación. Las de primera categoría, las más grandes y de mejor textura, son empacadas y selladas para viajar al extranjero. El destino más común: Estados Unidos.
La nuez de Jiménez no solo se exporta: se siembra con fe, se riega con sacrificio y se cosecha con orgullo. Y aunque la sequía haya golpeado duro este año, las raíces siguen firmes. Porque aquí, la tierra y la gente comparten la misma obstinación: resistir, producir y volver a empezar.
De Jiménez al mundo: una nuez con sello de exportación
Las variedades Wichita y Western son las más cultivadas en Jiménez. Ambas se han adaptado al clima semiárido de la región y se polinizan entre sí, lo que permite una producción más estable. “Estas variedades tienen más porcentaje de almendra, entre un 50 y 60%, y una cáscara más delgada. Eso las hace ideales para la exportación y para la industria alimentaria, sobre todo para pastelería y dulces”, detalla el líder nogalero.
Alrededor del 60 al 70% de la producción local se exporta a Estados Unidos, mientras que el resto se queda en el mercado nacional: “Antes era más redituable exportar, pero el mercado mexicano ha mejorado mucho en precios y ya compite con el internacional”, señala Rodríguez.
En años anteriores, los precios alcanzaron los 110 o 115 pesos por kilo, pero el aumento en los costos de producción —energía eléctrica, combustibles, fertilizantes e insecticidas— ha reducido el margen de ganancia. “Hoy vender a 80 pesos por kilo es apenas regular. Por debajo de 70 ya no conviene, y muchos productores prefieren refrigerar su producto para venderlo meses después, cuando escasea y sube el precio.”
El enemigo invisible: la sequía
El principal obstáculo para los nogaleros de Jiménez no está en los precios, sino bajo tierra: el agua. Los mantos acuíferos han bajado de nivel, y la falta de recarga natural del río Florido agrava el panorama.
“La presa Pico de Águila, que antes ayudaba a recargar los mantos, ya no deja pasar agua. Se hizo un nuevo distrito de riego allá arriba, y nosotros dejamos de recibir esa recarga. Desde entonces, los pozos se han abatido y el acuífero está muy dañado”, relata Rodríguez.
Este 2025, la presa La Boquilla se quedó con apenas un 37% de su capacidad, el nivel más bajo en cien años, y los agricultores temen que el siguiente año sea igual de difícil. “Nosotros cuidamos el agua como nadie. El 99% de los ranchos tiene sistemas de goteo o aspersión. Sabemos que si se acaba el agua, se acaba el campo”, subraya.
Aun con esa conciencia, el panorama es incierto. El presidente de la Unión de Nogaleros calcula que entre 15 y 20 ranchos del municipio están en venta. “Hace años era un gran negocio, un patrimonio. Hoy muchos quieren vender porque ya no es tan rentable y el agua es cada vez más escasa.”
Una tradición de más de 80 años
La historia de los nogales en Jiménez es larga. “Yo tengo 40 años aquí, pero cuando llegué ya había nogaleras de 70 u 80 años”, recuerda Rodríguez. El auge más grande se dio hace unas tres o cuatro décadas, cuando los precios eran altos y la demanda internacional crecía.
Hoy, aunque los desafíos son mayores, el nogal sigue siendo el cultivo más emblemático del municipio. “Jiménez es el municipio más productor de Chihuahua, y Chihuahua es el estado más productor de México y del mundo, compitiendo incluso con Georgia, en Estados Unidos”, comenta con orgullo.
Durante la cosecha, que se extiende de octubre a enero, la actividad nogalonera genera entre 4 mil y 5 mil empleos temporales y sostiene a unas 2 mil 500 familias de planta. “Damos mucho empleo, y somos una de las principales fuentes de divisas agropecuarias para Chihuahua”, destaca el dirigente.
Un futuro incierto, pero con raíces firmes
Mientras las máquinas siguen su danza sobre los campos, los nogales continúan soltando sus frutos al suelo. La producción bajará este año, pero los hombres y mujeres que trabajan bajo el sol confían en que la tierra les siga dando lo necesario.
La cosecha de la nuez en Jiménez es más que una actividad económica: es un ciclo de esperanza, un acto de fe en la tierra y en el agua. Cada vibración del nogal es una promesa de continuidad, aunque el horizonte se nuble.
“Nosotros no somos enemigos del gobierno ni del medio ambiente, concluye Juan Manuel Rodríguez. Somos los más interesados en cuidar el agua, porque en ella está nuestro futuro y el de nuestros hijos.”
En los campos de Jiménez, el eco de las máquinas que sacuden los nogales se mezcla con el murmullo del viento que anuncia otro año incierto. La tierra sigue dando lo que puede, y los hombres y mujeres del campo siguen apostando su vida a ese fruto que encierra el sabor de su esfuerzo.
Las ramas, aunque cansadas por la falta de agua, aún se visten de nueces. Cada cosecha es una victoria contra la sequía, una prueba de que el trabajo del agricultor no se mide solo en toneladas, sino en resistencia.
“Si se acaba el agua, se acaba el campo”, dice Juan Manuel Rodríguez. Pero mientras haya una raíz que resista, un pozo que aún gotee, o una mano dispuesta a sacudir los árboles para hacer caer la esperanza, el nogal de Jiménez seguirá de pie, como símbolo de la fe en la tierra y del espíritu de quienes nunca dejan de sembrar futuro.
El Heraldo de Chihuahua