En pleno 2021, el consumo de la pornografía debe parar. Hoy más que nunca el consumo de este vicio se ha normalizado principalmente entre los jóvenes y las nuevas generaciones; está al alcance de prácticamente cualquier persona que cuente con dispositivos móviles, laptops/computadoras u otros dispositivos en los que se tenga acceso al internet, siendo los más vulnerables, los infantes y adolescentes varones. El contenido pornográfico es una droga. El uso de la pornografía produce y libera una sustancia química en los cerebros de las personas llamada dopamina. Este neurotransmisor produce una sensación de bienestar que se suele liberar al momento de la intimidad, por eso al momento de ver pornografía, se produce placer.
Cuanta más pornografía consumas, más dopamina necesitará tu cerebro para sentirse mejor. El umbral del placer se irá extendiendo cada vez más hasta que sea algo insaciable. Por eso el porno no satisface a las personas mientras más lo consumen y provoca que necesiten cada vez más, como las demás drogas ya sea la marihuana, el tabaco o el alcohol. Llega un punto en el que estas personas ya nada pueden comparar e igualar, la pornografía cambia el cerebro para responder sólo a niveles anormalmente altos de dopamina. Por lo tanto, las actividades cotidianas normales de los consumidores harán que se sientan insatisfechos, y generarán ansiedad al no consumirlo, o lo que conocemos como el famoso síndrome de abstinencia. Además, a largo plazo, la dopamina produce infelicidad. Un nivel elevado de dopamina significa que necesitas más dopamina para sentirte feliz. Ésta es la razón por la que tantos usuarios del porno reportan sentirse deprimidos, desmotivados, y estadísticas comprueban que se aíslan y llegan a ser individuos sumamente apáticos, antisociales e insensibles.
La situación se pone peor. Con el tiempo, el cerebro humano comienza a asociar la pornografía con el placer y conduce a una falta de interés en las personas reales, falta de excitación y produce erecciones o lívidos más débiles. La pornografía se introduce en el cerebro como lo hacen las drogas químicas, la pornografía arruina relaciones en pareja y vínculos afectivos, reduce el apetito por las relaciones sexuales y aumenta el apetito por consumir más pornografía. Mata el deseo sexual, más del 50% de los usuarios de pornografía experimentan una pérdida en la intimidad real. Como mencioné con anterioridad, previene la felicidad al provocar sentimientos de soledad, depresión y una significativa disminución de la confianza con las parejas, pérdida de la esperanza en la monogamia, desvalorización del amor, pérdida del interés en el compromiso y en el respeto a las relaciones a largo plazo.
Y eso no sólo es en el aspecto físico o fisiológico, sino en el psicológico; lo más grave es que el contenido pornográfico arruina la mente, ergo la vida de las personas. La mayoría de consumidores de pornografía son los hombres y me atrevo a declarar que el 99.9% por no decir el total de los hombres mayores de edad, jóvenes y/o adolescentes lo hemos observado, incluso por curiosidad, aunque sea una vez en nuestras vidas.
Lo peligroso es que, en muchos hombres, el mirar videos o fotografías de índole sexual, crea en su mente una retorcida percepción de la realidad y llena sus pensamientos de fantasías absurdas y atroces contribuyendo a ver y a reducir a las mujeres, en especial, como simples objetos sexuales. Esta percepción exagerada de la actividad sexual genera la creencia de que la promiscuidad “es lo normal”.
Viene lo más deleznable de todo, el meollo del asunto: la pornografía es una forma de violencia hacia la mujer. Estas mujeres son quienes más sufren en una industria en su totalidad patriarcal en la que se les trata como herramientas del consumo repugnante y vulgar; un alto porcentaje de ellas sufre de depresión o de trastorno de la personalidad porque aproximadamente el 88% de las escenas pornográficas contienen algún tipo de agresión física que van desde nalgadas, cachetadas y sofocaciones hasta sometimientos extremos, abusos sexuales o lo más horrible que son las violaciones, y la mitad de estas escenas incluyen agresiones verbales. Aunado a ésto, muchas de estas mujeres son víctimas de la trata de blancas, del tráfico de humanos, siendo engañadas para engancharse a la industria del porno y siendo explotadas a edades muy tempranas, arruinando su intimidad y su futuro laboral, sentimental e interpersonal en general. De igual manera, la mayor parte de las actrices pornográficas abusan de las drogas, sobre todo del cannabis, del éxtasis y de la cocaína, con el fin de evadirse y así soportar la vergüenza, el dolor y sufrimiento, el trato violento y las humillaciones de que son objeto durante las filmaciones.
A ti que me lees, necesito que entendamos que el descubrir material sexual es algo muy negativo y peligroso, pero convertirlo en un vicio, puede llegar a ser lo peor de tu vida. Puede destruirte a ti y a tus seres queridos, pero, sobre todo, a las mujeres que te rodean y que rodean tu entorno. Ya no más. No dejemos que este mundo siga carcomiéndose, no consintamos que nuestras futuras generaciones se degeneren y no permitamos que nuestros cerebros sigan pudriéndose. El cambio está en uno mismo y nos corresponde a nosotros como jóvenes y como ciudadanos, erradicar la adicción pornográfica, una droga letal.